miércoles, 1 de febrero de 2012

La escritura, una alfombra mágica

Ser escritor no es una profesión, de hecho, en el momento en el que escribir se convierte en un trabajo, uno deja de ser un literato. Plasmar tus sentimientos, ilusiones e ideales en un papel, es como dirigir una banda de música o una obra de teatro. Todo está en tu mano, y eso es fascinante. Te sientes por unos instantes dueño del mundo, dueño de ese mundo que tú creas. Inventar una historia por ejemplo, es como jugar a ser Dios a escala pequeña y cada verso de un poema es como el susurro del viento. Pero existen desventajas dentro del gremio de los escritores. La más temida y a la vez predominante, es el desencanto que uno se lleva con la realidad cuando pone punto y final a su escrito. Hay que tener cuidado para no convertirse en un drogoliterato-dependiente, pues al fin y al cabo, escribir no es sino un remedio terapéutico más para evitar la infelicidad y el descontento con nosotros mismos y/o con nuestra vida. Es una herramienta de desfogue y relajación. Un eficaz medio de evasión.

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